Mi vida ha sido una montaña rusa de desafíos y dificultades, pero cada obstáculo me ha fortalecido y me ha llevado a donde estoy hoy. De niña, sufrí abusos que dejaron cicatrices invisibles pero profundas en mi corazón. Más tarde, en dos matrimonios, fui utilizada por personas que solo buscaban su propio beneficio: uno buscaba ciudadanía y el otro, dinero. A pesar de estos reveses y la falta de un título universitario, nunca perdí la esperanza ni dejé de luchar.
Trabajé incansablemente, aprovechando cada oportunidad que se me presentaba para avanzar. A través de mi determinación y esfuerzo, logré asegurar un trabajo en el mundo empresarial, donde pude demostrar mi valía y ascender. Con el tiempo, pude comprar dos hogares por mi cuenta, una hazaña que nunca habría imaginado posible en mis días más oscuros.
Lo más importante para mí es mi hijo, mi mayor motivación y mi fuente de alegría. Cada paso que di fue con él en mente, asegurándome de brindarle un hogar seguro y estable, a pesar de los desafíos que enfrentábamos.
Dios ha sido mi roca inquebrantable, mi luz en la oscuridad, y nunca me ha fallado. Cada obstáculo que he enfrentado, cada victoria que he celebrado, ha sido posible gracias a Su gracia y amor incondicional.
Mi historia es un recordatorio de que, aunque el camino puede ser difícil y lleno de obstáculos, la perseverancia y la fé pueden abrir puertas que antes parecían cerradas. Hoy, puedo mirar atrás y ver cuánto he crecido y lo lejos que he llegado. Soy una mujer fuerte, capaz de enfrentar cualquier desafío que se presente en mi camino, y estoy agradecida por cada experiencia que me ha llevado a donde estoy hoy.